X Aniversario de la Residencia Oblatas. Murcia

pasado sábado 19 de octubre, la Residencia Universitaria Hermanas Oblatas, se vistió de gala para celebrar su décimo aniversario, cuyos invitados especiales fueron los reencuentros y los recuerdos.
La fiesta comenzó, como no podía ser de otra manera, con una Eucaristía, como expresión de nuestra dimensión creyente y agradecidas de nuestro proceso de “crecimiento, en lo académico y en lo personal. Momentos de mucho esfuerzo en el estudio que ha tenido su recompensa más tarde con esos aprobados; conviviendo con gente nueva, de diversos lugares, pero siempre con respeto y creando lazos de amistad; donde hemos tenido la oportunidad de crecer en la fe, vivirla y compartirla; y el compromiso social que hemos tenido con las mujeres del Programa Oblatas y sus hijos e hijas, que nos han hecho ver la vida desde otra perspectiva”. Protagonizada por los temas de ilusión y esfuerzo, los cuales han sido fundamentales a lo largo de estos años, ya que a través de ellos, hemos formado esta pequeña gran familia. Durante la celebración de la eucaristía, además de escuchar los testimonios de algunas residentes, se fue comparando el desarrollo de la residencia con el crecimiento de un olivo, símbolo de fortaleza y prosperidad, el cual después de la fiesta, junto con una placa del décimo aniversario, se plantará en el jardín para futuras generaciones. Este olivo recordará esta historia, la historia de las oblatas, pero habla también del futuro: porque la residencia crece, como este árbol que la identifica, fuerte y sin detenerse.
Tras la eucaristía, los invitados pudieron comprobar a través de un photocall formado de recuerdos, lo bien que se conservan las residentes, y para ampliarlos, las cámaras empezaron a trabajar, y no era tarea sencilla, debido a que empezaba la recopilación de fotos para el 20º aniversario.
Para terminar, la emoción cobró protagonismo con el brindis realizado por Maloles Conesa : “Dicen que los años de la universidad son los mejores de la vida y que difícilmente a uno se le olvidan. La residencia es una pieza esencial que forma parte de este viaje. Llegamos a recepción con la maleta llena de sueños, pero en ese momento no sabíamos hasta qué punto nuestro equipaje estaba medio vacío. Y es que nos quedaba mucho por vivir como pasajeras de este mundo, como universitarias y sobre todo, como oblatas”, alguna que otra lagrimilla no quiso perderse este momento tan especial.
Hay un dicho que dice así “Nada desaparece del todo de la vida de uno, si ha sabido imprimir buenas huellas en el recuerdo” , y quien haya compartido un momento aquí, sabe que es verdad, porque qué gran huella deja la residencia oblatas, pero he de decir que todos los que formamos parte de esta familia, también dejamos la nuestra, y no digo a nivel personal, que también, sino de una manera literal, ya que durante la celebración pudimos dejar nuestra huella formando un gran árbol, “el árbol de oblatas”.
Todos juntos, residentes, familiares, trabajadores del centro y las hermanas oblatas, vivimos un día inolvidable, lleno de afecto, ternura y amistad, en el que todos nos sentimos como en casa, porque al fin y al cabo, la residencia oblatas ha sido, es y será nuestro segundo hogar.
Elena Ramírez Martínez.