El 30 de julio, Día Mundial contra la Trata de Personas, es una fecha que para nosotras, Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, no es solo un día para visibilizar una problemática, sino una jornada para ponerle voz a cientos de historias que acompañamos cada día desde el silencio, la escucha y la esperanza.
La trata con fines de explotación sexual es una de las violencias más graves y normalizadas de nuestro tiempo. Una realidad que atraviesa fronteras, clases sociales, edades y culturas, pero que tiene un patrón dolorosamente constante: afecta de forma desproporcionada a mujeres y niñas, y se sostiene en una estructura de desigualdad de género, pobreza, racismo, exclusión y consumo.
Desde nuestros proyectos sociales, insertos en distintas ciudades y contextos de España, Italia y Portugal, nos encontramos con mujeres que han sido captadas, engañadas, trasladadas, explotadas y silenciadas. Mujeres que han sido cosificadas, mercantilizadas, reducidas a un número o una función, privadas de su libertad y de su voz.
Nosotras no las vemos como víctimas pasivas, sino como mujeres valientes, con una enorme capacidad de reorganización subjetiva, que poco a poco reconstruyen su historia, su cuerpo, sus vínculos, su futuro. Creemos en cada proceso, por pequeño que parezca. Creemos en cada paso, aunque se dé con miedo. Creemos en cada mujer.
Desde la mirada oblata, acompañar a una mujer en situación de trata no es un gesto asistencial ni una tarea puntual, sino un acto profundamente evangélico: es estar, sin condiciones; es escuchar, sin juicio; es confiar, incluso cuando es difícil; es abrir caminos de vida donde antes solo hubo control y violencia. Es caminar juntas.
Pero acompañar no basta si no denunciamos. Por eso alzamos la voz frente a todas las formas de trata y explotación. Porque la trata no es inevitable: es sostenida por redes de poder, impunidad, demanda y desigualdad. La trata existe porque hay quien compra, porque hay quien mira hacia otro lado, porque hay quien se enriquece, porque hay sistemas que la permiten y normalizan.
Hoy, 30 de julio, como Hermanas Oblatas reafirmamos nuestro compromiso:
- Por cada mujer con las que caminamos y por aquellas a las que aún no hemos llegado
- Por cada historia que merece ser contada y sanada.
- Por cada comunidad que puede ser espacio de acogida y no de exclusión.
- Por cada estructura que necesita ser transformada.
Seguiremos construyendo alternativas, sensibilizando, formando, tendiendo redes, apostando por la vida. Porque creemos en la posibilidad de un mundo sin trata. Y mientras ese mundo llega, seguiremos estando junto a ellas.
Hoy no basta con recordar: es urgente actuar.
Y en cada acción, pequeña o grande, sembramos esperanza.