Mujeres a pie de calle. Reflexión despues del Campo de Trabajo del Verano

Barcelona. En un piso de la calle Hospital del barrio de El Raval, viven en comunidad 4 mujeres que cada mañana se levantan para comenzar un nuevo día, en coherencia con una opción vital a la que se comprometieron en el pasado.
Ellas son Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor, religiosas que viven por y para un objetivo: ayudar a las mujeres que ejercen la prostitución. Este mes de julio he tenido la suerte de poder acompañarles en su día a día y conocer, de primera mano, cómo trabajan en sus diferentes proyectos. Además de mí, también participaba del voluntariado Lidia, una de esas chicas que te topas en la vida y te asombras de que les quepa el corazón en el pecho. Siempre anima conocer jóvenes que no piensan sólo en su ombligo.
No entraré en detalles sobre lo que hicimos con las hermanas, pero sí diré que nos permitieron conocer todos los puntos de vista de esta realidad que es la prostitución. A grandes rasgos, nuestra actividad iba desde salir por la noche a la Rambla y El Raval a contactar con las mujeres, visitar clubs, trabajar como profesores de castellano para las chicas en el Lloc de la Dona (un centro de las Hermanas Oblatas), acompañar a sus hijos, conocer cómo viven esta situación, etc…
Pero este artículo no lo escribo para dar detalles de estos proyectos (hay en internet información a patadas) sino con la intención de resaltar ese segundo plano que queda “escondido” cuando alguien vuelve de una experiencia de voluntariado con una congregación y la cuenta. Me refiero a la vida religiosa. A la vida de quienes hacen que esto sea posible. En este caso, las Hermanas Oblatas.
En un mundo de charlatanes, donde todo Blas se puede abrir un Facebook, un blog o un twitter y, desde ahí, sin salir mucho de casa e influenciado por lo que lee en prensa, pontificar sobre cómo debe o no ser el mundo, existen estas mujeres que, sin necesidad de armar jaleo, salen y se enfrentan al mundo. Es el modo de ser de quienes madrugan para realmente luchar por un futuro mejor, de quienes primero actúan y luego te dicen que piensan de las cosas, con esa autoridad que sólo debemos conceder a quienes se “mojan” por los demás.
Personalmente, me da pena que no se conozca aún más la vida y la labor de estas mujeres. Pero creo que ahí también reside la gracia del asunto. Porque lo que hacen, lo hacen por y para las chicas. No por ganar votos ni por intereses partidistas. No para ser portada, ni para recibir “me gusta” ni retuits.
Vidas entregadas a un fin mayor, en este caso, el servicio a Dios desde la ayuda a las mujeres. Con la certeza de que, aunque no salgan en televisión ni en medios constantemente, aunque parezca que lo que hacen pasa desapercibido, en realidad tiene más valor del que podamos imaginar, pues aquel a quien siguen ya les prometió que “vuestro Padre, que ve en lo escondido, os recompensará”.
Vuelvo a lo de antes, a la hora de escuchar a alguien hablar de un tema social (como puede ser la prostitución, el drama de los refugiados o la inmigración), no hagan caso a teóricos de salón y concedan autoridad a quien realmente se la merece. A quien sale a la vida y se la juega. Y sobre eso, los religiosos y religiosas (jesuitas, escolapios, salesianos, redentoristas, misioneros javerianos, franciscanas, oblatas, hijas de la caridad, misioneras clarisas, etc, etc, etc…) tienen mucho que enseñarnos.

Alejandro Palacios Álvarez